Manizales, miércoles 6 de agosto de 2025. El reloj marca las 6:30 p.m. en el campus de la Universidad de Manizales. Las luces de las aulas comienzan a encenderse, los pasillos se llenan de voces que mezclan ansiedad y entusiasmo, y en medio de la brisa fría de la noche en la ciudad, nace algo más que una cohorte: nace un sueño colectivo.
El Programa de Psicología abre sus puertas en jornada nocturna después de varias décadas, volviendo a sus orígenes. Una apuesta por la inclusión, por las segundas oportunidades y por todos aquellos que, como Natalia Ceballos Osorio, habían aplazado sus sueños por la vida misma.
“Esta era mi oportunidad, y la tomé”, dice con una mezcla de emoción y firmeza. Natalia tiene 31 años, es casada hace 13 y madre de Tiago, un niño de nueve que ahora se ha convertido también en compañero de tareas y horarios ajustados.
Durante el día, su vida transcurre entre archivos, pacientes y llamadas en una unidad renal, donde trabaja como auxiliar administrativa de admisiones. La jornada comienza a las 8:00 a.m. y termina a las 5:00 p.m. Pero la verdadera travesía empieza después, cuando el reloj le concede el tiempo que antes parecía negarle.
“Siempre quise estudiar psicología, pero por decisiones familiares, por tiempos, no lo logré. Pensé en hacerlo virtual, pero tenía miedo. Miedo de perder el tiempo, de que no fuera algo serio”, confiesa. Su relato es espejo de muchas mujeres que han postergado sus metas por las necesidades inmediatas, por los hijos, por el trabajo, por la vida.
Cuando la UManizales anunció la apertura de la carrera en horario nocturno, Natalia no dudó: “Esto es para mí”, se dijo. Y lo fue. Su decisión no solo impactó su rutina, sino la de toda la familia: “Todos nos estamos adaptando. Esto ha sido un cambio estructural para nosotros. Pero es un cambio hermoso, porque es por un sueño que siempre quise cumplir”.
Ya en el aula, Natalia es una esponja. Absorbe miradas, palabras, emociones. Y lo hace con una intención clara: llevar la psicología a su vida cotidiana, a su entorno laboral, a esas personas en el sistema de salud que muchas veces son vistas como piezas de una maquinaria y no como seres humanos.
“La gente necesita ser escuchada, vista. Muchas veces quedan atrás. Yo quiero ser alguien que haga visible lo invisible”, afirma con determinación.
En esta primera cohorte nocturna no hay solo estudiantes, hay historias. Casi dos decenas de vidas que decidieron dar un paso fuera del horario tradicional, fuera del margen de lo esperado. Y Natalia es una de ellas. Una mujer que eligió vencer el miedo, la comodidad y el cansancio para hacer espacio a lo que verdaderamente quiere.
“De aquí vamos a salir muchos”, dice, convencida. “Esta es la primera, pero no va a ser la última, y yo voy a hacer todo lo que tenga que hacer para lograrlo”.
Mientras cae la noche sobre la ciudad universitaria, Natalia abre un cuaderno, toma un bolígrafo y escribe la primera página de ese sueño que, por fin, comienza a ser una realidad.